Sin duda la fama de "Big Bad Wolves" viene gracias al patrocinio del gran Quentin Tarantino, al menos de esa manera llegó a mi, así que aprovechando que la estrenaban en salas, relativamente "comerciales", me lancé a ello y sabiendo que está vigente la oferta de los miércoles a 3,90, me puse a ello, lo cierto es que no había visto jamás una película israelí pero hay que reconocer que la primera experiencia no ha podido ser más gratificante, una película que aúna con destreza violencia, humor negro y un guión medianamente inteligente, además de todo ello está bien construida y bien dirigida, vamos, que en mi Top Ten del año no iba a entrar (Lo siento Quentin) pero si que me ha resultado una agradable película a reivindicar.
La película nos cuenta como una niña es secuestrada, violada y asesinada brutalmente, a partir de este hecho se forma un triángulo, el primer vértice es el supuesto asesino de la víctima, un profesor que lleva una vida normal, con una hija y con problemas cotidianos, él defenderá su inocencia a capa y espada, otro punto del triángulo es el policía protagonista, tiene la corazonada de que el profesor es el asesino y no deja de acecharle, la última parte le corresponde al padre de la muchacha, un tipo bastante frío y sanguinario que clama venganza contra el profesor, al que acusa de acabar con la vida de su hija.
Si vemos la película, notamos como el lenguaje cinematográfico de esta muta durante su desarrollo, en un primer momento, la película es un thriller policial, nuestro héroe tratará de encontrar al asesino y una vez encontrado, acabar con él, la segunda parte tiene lugar en una cabaña con los tres protagonistas reunidos en el sótano, allí la historia cambia de tonalidad al cien por cien y torna en violencia física y humor negro a partes iguales, en realidad es esta segunda parte la que dota de vida e identidad a "Big Bad Wolves", pero a decir verdad se me ha hecho un poco larga o quizás no larga pero si pesada, demasiado densa, demasiada carga argumental y a la vez poca chicha en ese sótano, al menos así me lo pareció a mi.
Uno de los mejores puntos de "Big Bad Wolves" es la dirección de los jóvenes directores israelíes Aharon Keshales y Navot Papushado es el manejo de la tensión, el dar lo justo y en jugar con el espectador ¿Será inocente el profesor? ¿Será culpable? La película está llena de efectos sorpresa y de virguerías de guión que nos hacen involucrarnos en la trama y no llegar a saber hasta el final quién es el verdadero monstruo de la historia, ahora bien, aunque tiene giros, en ningún momento nos perdemos ni nada por el estilo, punto a favor para la gente que no se concentra y ve las películas de manera atolondrada.
Toda la segunda parte me ha resultado muy inspirada en el cine de Tarantino, una especie de mezcla de "Reservoir Dogs" con "Pulp Fiction" y me da la sensación de que por eso Quentin la ha escogido como la mejor del año.
La forma de cerrar la película me ha resultado magistral, realmente impresionante, vale si, estaría realmente bien que nos dieran algún tipo de explicación ¿Dónde están las cabezas de las niñas decapitadas? ¿Encontrarán a la hija del policía que hace ballet? Sin embargo esa manera que tiene "Big Bad Wolves" de cagarse en el "Happy Ending", me parece terriblemente veraz, la vida, a veces es feliz, a veces no lo es, por lo que no siempre es imperativo moral el acabar bien las historias, en este caso "Big Bad Wolves" lo hace de manera terrorífica.
Por alguna cosa que no me casa en la segunda parte de la película, la película no alcanza a llegar a ocho, pero me resulta una muy buena experiencia, me encanta conocer otros tipos de cine y si el de Israel sigue por este camino, tendré que echarle el ojo a unas cuantas producciones.
Valoración:*******(7/10)
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