El club de los poetas muertos,
es una película de 1989, dirigida por Peter Weir e interpretada por Robin
Williams, Robert Sean
Leonard, Ethan Hawke, Josh Charles.
He de comenzar el análisis diciendo, que pese a que me considere un cinéfilo
empedernido nunca había tenido el placer de visionar “El club de los poetas
muertos” por lo que este ejercicio me ha resultado sobresaliente.
En primer lugar, nos
encontramos con una escuela ciertamente hermética, con un modelo de enseñanza Transmisivo-Tradicional,
dicha escuela se dirige con puño de hierro puesto que es una de las más
prestigiosas del país además de ser muy cara.
El científico Lev Vygotsky
diría que es capital ver y analizar el contexto social en el que desarrolla un aprendizaje
y no puedo estar más de acuerdo. Escuela privada norteamericana, muy
tradicional, niños de clase alta que tienen todo el futuro diseñado y preparado
por sus padres, la mayoría ya conocen a lo que se van a dedicar en un futuro
¿Por qué? Porque su padre ya lo ha dicho por él.
Llama la atención que estas
cosas sucedan, aunque lo peor es de todo es que a día de hoy (Y me consta)
estas cosas que parecen tan del siglo pasado sigan repitiéndose en las familias
de hoy.
Sus esquemas y concepción del
aula cambian cuando llega Robin Williams, un profesor de literatura ciertamente
excéntrico, él les obliga a destruir todos sus arquetipos y para empezar, les
obliga a romper las páginas de sus libros.
Esto a ellos les parece la
cosa más extraña del mundo, así que aunque en un principio les cuesta un poco,
al final, acaban haciéndolo.
Otra cosa que les enseña es a
ponerse de pie encima de las mesas ¿Por qué? Pues porque como diría Ortega y
Gasset, todo es verdad y todo es mentira, todo depende del cristal por el que
se mira, es decir, cambiar la perspectiva de un suceso u objeto puede llevarnos
a cambiar completamente nuestra opinión respecto a él, de ahí que el profesor
les enseñe a subirse a las mesas, es decir, a cambiar la forma de mirar las
cosas para abrir un poco más nuestras mentes.
Así pues, los alumnos empiezan
a involucrarse cada vez más, tanto, que descubren que su profesor tenía un club
llamado “El Club de los Poetas muertos”, así que deciden fomentar y cultivar su
amor por la poesía fundando de nuevo dicho club y escapándose por las noches
para leer poesía.
La historia viene cuando uno
de los muchachos empieza a desarrollar un amor desmesurado por el teatro,
tanto, que empieza a pensar que su vida no es la que su padre tiene preparada
para él y decide hacerse actor.
Cuando habla con el profesor,
este le anima, al fin y al cabo vivimos poco tiempo (Se acuña el término
célebre de “Carpe Diem”) y más vale hacer lo que nos gusta durante la vida, que
vivir totalmente amargados, así que anima al muchacho, no solo a desobedecer
las órdenes de su padre interpretando el papel de sus sueños en el escenario,
sino que además le insta a hablar con él para que le cuente sus sentimientos.
Así que el muchacho interpreta
el papel de forma magistral, y el padre monta en cólera, sacándole del colegio
y prohibiéndole ser actor.
Finalmente, la película acaba
con un maravilloso clímax que no solo es muy emocionante, sino que además es
ciertamente profunda, con mucho subtexto que analizar.
El profesor, como ya hemos
dicho, es sustituido y entra en la clase a recoger sus cosas, por un lateral,
parece que nadie le echará de menos, sin embargo sus ojos entran en contacto
con los de Ethan Hawke, que rezuma rabia por no poder luchar contra el poder
establecido.
Mientras tanto, están leyendo “La
medida de la perfección de un poema”, como si aquí no pasara nada de nada, sin
embargo, Ethan Hawke se rebela y se pone a gritar, necesitaba decirle a su
profesor, a su capitán que el documento por el que le han despedido ha sido
firmado bajo coacción.
Sin embargo el muchacho se
pone de pie a grito de “Oh Capitán, mi Capitán”, uno a uno, todos los miembros
del club de los poetas muertos van haciendo de tripas corazón y se van
levantando uno a uno, poniéndose encima de la mesa, mostrándole sus respetos al
Gran Capitán.
El director intenta detener a
todos los alumnos, pero es más que imposible, Robin Williams sonríe, se acerca
a la puerta, parece que nada va a cambiar, pero toda revolución empieza por un
pequeño movimiento, así que con la voz temblorosa, se despide con un “Gracias
chicos, gracias”.
Cambiemos la forma de educar,
cambiemos la forma de trabajar, cambiemos la forma de ver la vida, puede que a
veces parezca imposible, pero vale la pena, de verdad vale la pena subirse
encima de la mesa y ver la vida de diferente manera.
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